En aquel poblado Bororó, mientras charlábamos acurrucados sobre piernas plegadas, una señora se levantó bruscamente, cogió una cazuela y, con ella, recogió al vuelo la meada de una vaca. Volvió al grupo, la depositó por tierra sin ninguna ostentacion y nunca logré adivinar en que iba a emplear aquel liquido y como había adivinado que la vaca iba a soltarlo. Entonces comprobé que las vacas circulaban por el poblado como transeúntes normales y supe que nunca las comían porque son sagradas. A veces se te acercaban como saludando y luego se alejaban. En otros países africanos y americanos devoran carne cruda o asada que cortan sin orden ni concierto.

En todos, los animales viven su vida como los niños que no van a la escuela. A veces los alimentan pero solo a veces.